lunes, 14 de mayo de 2007

Compartir mis bienes

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados» (Mt 5,6)

En el lenguaje común la palabra “justicia” recuerda el respeto a los derechos humanos, la exigencia de igualdad, la distribución equitativa de los recursos humanos, los organismos llamados a hacer respetar las leyes.

¿Es ésta la justicia de la que habla Jesús en el “sermón de la montaña”, del que está sacada esta bienaventuranza? También, pero ésta viene como consecuencia de una justicia más amplia que implica la armonía en las relaciones, la concordia, la paz.

El hambre y la sed recuerdan las necesidades elementales de cada individuo, símbolo de un anhelo profundo del corazón humano nunca plenamente saciado. Según el Evangelio de Lucas, Jesús habría dicho sencillamente: “Bienaventurados los que tienen hambre”[1]. Mateo explica que el hambre del hombre es hambre de Dios, el único que puede saciarle plenamente, como comprendió muy bien San Agustín que, al principio de las Confesiones, escribe la famosa frase: “Nos has hecho para ti y nuestro corazón no tendrá descanso hasta que no descanse en ti”[2].

El mismo Jesús dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba”[3]. Él, a su vez, se alimentó de la voluntad de Dios[4].

Justicia en el sentido bíblico, significa, por tanto, vivir en conformidad con el proyecto de Dios sobre la humanidad: la pensó y la quiso como una familia unida en el amor.

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados»

El deseo y la búsqueda de la justicia están desde siempre inscritos en la conciencia del hombre, el mismo Dios se los puso en el corazón. Pero, a pesar de las conquistas y de los progresos hechos a lo largo de la historia, ¡qué lejos está la plena realización del proyecto de Dios! Las guerras que también hoy se combaten como el terrorismo y los conflictos étnicos, son la señal de las desigualdades sociales y económicas, de las injusticias, de los odios.

Los obstáculos a la armonía humana no son solamente de orden jurídico, es decir, por la falta de leyes que regulen la convivencia; estos dependen de actitudes más profundas, morales, espirituales, del valor que damos a la persona humana, de cómo consideramos al otro.

Sucede lo mismo en el orden económico: el creciente subdesarrollo y la diferencia entre ricos y pobres, con una desigual distribución de los bienes, no son fruto solamente de ciertos sistemas productivos sino también y sobre todo, de opciones culturales y políticas: son un hecho humano.

Cuando Jesús invita a dar el manto a quien pide la túnica, o a caminar dos millas a quien pide que camines una con él[5] indica un algo “más”, una “justicia mayor” que supera la de la práctica legal, una justicia que es expresión del amor.

Sin amor, sin respeto por la persona, sin atención a sus necesidades, las relaciones personales pueden ser correctas, pero pueden convertirse en burocráticas, incapaces de dar respuestas decididas a las exigencias humanas. Sin amor no habrá nunca justicia verdadera, no se compartirán los bienes entre ricos y pobres, no habrá atención a la singularidad de cada hombre y mujer ni atención a la situación concreta en la que se encuentran. Los bienes no se mueven solos, son los corazones los que deben moverse y hacer que los bienes se muevan.

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados»

¿Cómo vivir esta Palabra de vida?

Mirando al prójimo por lo que realmente es: no solamente un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental ante todos, sino como la imagen viva de Jesús.

Amarlo aunque sea enemigo, con el mismo amor con el que el Padre lo ama y por él estar dispuestos al sacrificio incluso supremo: “Dar la vida por los hermanos”[6].

Viviendo con él en la reciprocidad del don, en el compartir los bienes espirituales y materiales, para llegar así a ser una sola familia.

Entonces, nuestro anhelo de un mundo fraterno y justo, así como Dios lo ha pensado, se hará realidad. Él mismo vendrá a vivir en medio de nosotros y nos saciará con su presencia.

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados»

Aquí tenemos cómo nos cuenta un trabajador su dimisión: “La compañía en la que trabajo se ha fusionado hace poco con otra compañía del mismo sector. Después de esta fusión, me pidieron que revisara la lista de trabajadores porque en la nueva organización del trabajo tres de ellos debían ser despedidos.

Sin embargo, tal disposición no me pareció fundada sino al contario, más bien apresurada, expeditiva, tomada sin ninguna consideración por las consecuencias de carácter humano que comportaría a los interesados y a sus familias. ¿Qué hacer? Recordé la Palabra de vida. El único modo era hacer como Jesús: ser el primero en amar. Presenté mi dimisión y dije que no firmaría los tres despidos.

No aceptaron mi dimisión y aun más, me preguntaron de qué modo pensaba colocar a los empleados en la nueva organización. Yo ya tenía preparado el nuevo plan del personal que hacía ágil y muy útil la colocación de todos en los distintos sectores. Aceptaron y nos quedamos todos a trabajar”.

domingo, 6 de mayo de 2007

Palabra de vida, MAYO

“En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13, 35).

Jesús está sentado a la mesa con sus amigos. Es la última cena antes de partir de este mundo, el momento más solemne para dar en consigna la última voluntad, casi un testamento: “Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros”1. Esta será, a lo largo de los siglos, la característica que permitirá identificar a los discípulos de Jesús: en esto todos los reconocerán.
Así fue desde el comienzo. La primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén, gozaba del aprecio y la simpatía de todo el pueblo precisamente por su unidad2, a tal punto que todos los días alguien más se les unía.3
Pocos años más tarde, Tertuliano, uno de los primeros escritores cristianos, también daba cuenta de lo que se iba diciendo de los cristianos: “Mira cómo se aman entre ellos, y cómo están dispuestos a morir el uno por el otro”4. Era la realización de las palabras de Jesús:

“En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.

El amor recíproco es, por lo tanto “el hábito de los cristianos comunes que, ancianos o jóvenes, hombres o mujeres, casados o no, adultos y niños, enfermos o sanos pueden endosar para anunciar en alta voz en cualquier parte y siempre, con la propia vida, a Aquél en el cual creen, a Aquél que quieren amar”5.
Se puede decir que, en la unidad que nace del amor recíproco entre los discípulos de Jesús se refleja y se hace visible ese Dios que él ha revelado como Amor: la Iglesia es icono de la Trinidad.6
Este es, hoy más que nunca, el camino para anunciar el Evangelio. Una sociedad muchas veces trastornada por demasiadas palabras busca testimonios antes que maestros, quiere modelos antes que palabras. A ella le resulta más fácil participar si ve un Evangelio hecho de vida, capaz de crear relaciones nuevas, basadas en la fraternidad y en el amor.

“En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.

¿Cómo vivir esta Palabra de vida? Manteniendo vivo entre nosotros el amor recíproco y formando por doquier “células vivas”.
“Si en una ciudad – ha escrito Chiara Lubich -, en los puntos más diversos, se encendiera el fuego que Jesús ha traído a la tierra y ese fuego resistiera, por la buena voluntad de sus habitantes, al hielo del mundo, no pasaría mucho tiempo sin que esa ciudad se encendiera del amor de Dios. El fuego que Jesús ha traído a la tierra es él mismo, es caridad: ese amor que no sólo une el alma a Dios, sino también a las almas entre sí. (…)
“Dos o más almas fundidas en el nombre de Cristo, que no sólo no tienen temor o vergüenza de declararse recíprocamente y explícitamente su deseo de amor a Dios, sino que hacen de la unidad entre ellos en Cristo su Ideal, son una potencia divina en el mundo.
“Y en cada ciudad estas almas pueden surgir en las familias: padre y madre, hijo y padre, nuera y suegra; pueden encontrarse en las parroquias, en las asociaciones, en las sociedades humanas, en las escuelas, en las oficinas, en todas partes.
“No es necesario que ya sean santas, porque si no Jesús lo habría dicho; basta que estén unidas en el nombre de Cristo y no decaigan nunca en esa unidad. Naturalmente, están destinadas a seguir siendo dos o tres por poco tiempo, porque la caridad es difusiva por sí misma y aumenta en proporciones inmensas.
“Cada pequeña célula, encendida por Dios en cualquier punto de la tierra, se extenderá luego necesariamente y la Providencia distribuirá esas llamas, esas almas-llama, adonde mejor le parezca, para que el mundo sea renovado en muchas partes al calor del amor de Dios, y respire”7.

Palabra de vida ABRIL

SERVIR ES REINAR
«Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22, 27)
El día de los Ácimos, la fiesta de Pascua, en la “sala del piso de arriba”, Jesús comparte su última cena con los discípulos. Después de haber partido el pan y haber hecho circular el cáliz del vino, les da una lección final: en su comunidad el mayor se hará el más pequeño y el que gobierna será como el que sirve.En la narración de S. Juan, Jesús hace un gesto elocuente que indica la novedad de las relaciones que Él ha venido a establecer entre quienes son sus seguidores: les lava los pies, en contra de toda lógica común de superioridad y de mando (los apóstoles en aquella última cena se preguntaban quién entre ellos se podía considerar “el más grande”).
«Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve»
“Amar significa servir. Jesús nos dio ejemplo”, dice Chiara Lubich en un discurso suyo[1].“Servir”, una palabra que parece degradar a la persona. Quienes sirven, ¿no suelen ser considerados habitualmente de categoría inferior? A pesar de ello todos queremos que nos sirvan. Lo exigimos de las instituciones públicas (¿no se llaman “ministros” las personas que ostentan altos cargos?), de los servicios sociales (¿acaso no se llaman “servicios”?). Agradecemos al dependiente cuando nos sirve bien, al empleado cuando nos atiende con rapidez, al médico y a la enfermera cuando nos tratan atentamente y con competencia… Si esto es lo que nos esperamos de los demás, tal vez los demás se esperan lo mismo de nosotros.La palabra de Jesús, a nosotros cristianos, nos hace conscientes de que tenemos una deuda de amor con todos. Con Él y como Él, también nosotros, ante cualquier persona con la que convivimos o con la que nos encontramos en el trabajo, deberíamos poder repetir:
«Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve»
Además Chiara Lubich recuerda que el cristianismo es “servir, servir a todos, ver a todos como patrones: si nosotros somos siervos, los demás son patrones. Servir, servir, estar abajo, abajo, tratar de alcanzar el primado evangélico sí, pero poniéndonos al servicio de todos. (…) El cristianismo es una cosa seria, no es un poco de barniz, un poco de compasión, un poco de amor, una pequeña limosna. ¡Ah, no! Es fácil dar limosna para sentirse con la conciencia tranquila y luego condenar u oprimir”.¿Cómo hacer para servir? En aquel discurso Chiara señalaba simplemente dos palabras: “vivir el otro”, es decir, “tratar de entrar en el otro, en sus sentimientos, tratar de llevar sus pesos”. Ponía un ejemplo: ¿cómo hago con los niños? Los niños quieren que yo juegue con ellos: ¡pues jugar! ¿Tengo también que estar con otra persona de casa que desea ver la televisión o dar un paseo? Nos surgiría espontáneo decir que es una pérdida de tiempo: “No, no es tiempo perdido, es todo amor, es todo tiempo ganado, porque hay que hacerse uno por amor”. “¿Tengo que llevarle la chaqueta justamente a ese que está saliendo o tengo que llevarle el plato a la mesa?” Sí, justamente así, porque el servicio que Jesús pide no es un servicio imaginario, no es un sentimiento de servicio. Jesús hablaba de un servicio concreto, con los músculos, con las piernas, con la cabeza; es necesario servir”[2].
«Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve»
Pues bien, ya sabemos cómo vivir esta Palabra de vida: prestando atención al otro y respondiendo con prontitud a sus exigencias, amando con los hechos.Unas veces será mejorar nuestro trabajo, hacerlo cada vez con más competencia y perfección, porque con él servimos a la comunidad.Otras veces será ir al encuentro de especiales peticiones de ayuda que surgen lejos o cerca de nosotros por parte de ancianos, parados, discapacitados, personas solas, o también de las que llegan de países lejanos después de catástrofes naturales, de las peticiones de adopciones o de sostenimiento de proyectos humanitarios. Quien tiene cargos de responsabilidad no tendrá actitudes odiosas de mando, acordándose de que todos somos hermanos y hermanas.Si todo lo hacemos con amor descubriremos, como dice un antiguo refrán cristiano, que “servir es reinar”.

Humanicidio

Según la categoría de alteridad ¿Qué es el Humanicidio vs. El Humanismo de Humildad?

La alteridad la entendemos como lo exterior a nosotros, todo lo que significa “lo otro”, sin dicha categoría no podríamos llegar a la inmanencia (Dios).
El Humanicidio es la matanza a la que está llegando el hombre a lo largo de los años con su pérdida de conciencia, con su ética de destrucción, soberbia ante la tierra, con la descontrolada tecnociencia, con la cual no vemos un futuro planeado sino por descubrir. Nos hemos fijado más en la obra y no en su creador, la hemos utilizado a nuestro antojo para satisfacer nuestra vanidad y nuestro facilismo, hemos pretendido ser dioses en la tierra. El consumismo y el dinero están haciendo que el hombre se deje de interesar verdaderamente por las cosas elementales, que talvez veamos por costumbre, pero que nuestros futuros hijos y nietos talvez no verán. La industrialización ha logrado llegar a un límite tal de desarrollo que nuestra “nave tierra” no sabe manejar dicha tecnología, y ante ésta, ha comenzado a ceder.
El humanismo de humildad, por el contrario, es la conciencia ante la naturaleza, saber que el hombre puede cambiar sus pensamientos, sus leyes, mientras que la naturaleza no. Es saber que dependemos de ella, que no podemos superar sus límites.
Nuestro objetivo debería ser de guardianes, no de destructores, y para esto, deberíamos hacer todos, un contrato con la naturaleza poniéndola, no como un objeto, sino como un sujeto que actualmente esta actuando velozmente por nuestra causa. Entendamos que el único camino para salvarnos es confluir libremente de la mano de la naturaleza, llegar a tal punto de nuestra autoconciencia que entendamos al hombre y a la tierra como una fuerza única, es decir, que a la tecnología la debemos tomar como un instrumento para la conservación del medio ambiente y no para su destrucción. Tenemos bombas para destruir cerca de 50 planetas tierra, tenemos demasiada gente que no controla la natalidad, talvez haya familias que tengan las posibilidades para mantener dos o tres hijos, pero esta moral planetaria nos llama a no tener más de un hijo por familia.
El humanismo nos propone que seamos nosotros quienes nos acoplemos a la naturaleza y no romper el equilibrio que ésta tiene. Nada en la naturaleza existe sin una razón de ser, por eso, debemos estar concientes de que el menor cambio o alteración que hagamos va a afectar la vida de otro ser vivo, así que debemos aprender ha asimilar el principio fundamental de la “convivencia”, para que todos tengamos los privilegios, cumplamos nuestros deberes, para sentirnos verdaderamente orgullosos de existir en este planeta.
De esta manera apreciamos el enlace que tiene la moral planetaria y la categoría de alteridad, pues al darnos cuenta de todo lo que está a nuestro alrededor estamos pasando la etapa del espectador. Al darnos cuenta de lo “otro” que coexiste con nosotros y al tratar de imponer una moral que nos ayude a superar los contratiempos, estamos convirtiéndonos en protagonistas de este mundo, recordando que no somos piecitas de un juego sino que pensamos y tenemos la libertad de actuar, para que podamos ser co-creadores con Dios.
A nuestro planeta le sobra todo, gente, dinero, guerras, bombas, muertes, pero falta control sobre nuestros actos. El problema está en la mentalidad del hombre, que sólo busca su beneficio. Al tratar de concentrar más poder en nuestras manos, mantenemos un ética propia de un ser egoísta. Para la moral planetaria todos deben ser iguales, y deben saber que el principio de supervivencia esta en el “tenemos que salvarnos todos”, no por grupos, ni por países, sino con el planeta. Entender este concepto de “todo”, es el objetivo de este nuevo humanismo, entender que ya no estamos solos, sino que con nuestros intereses y talentos confluimos juntos a la realización de un proyecto jamás pensado, un proyecto de totalidad.
El hombre debe dejar su “yo” a un lado, es simplemente dar el salto hacia adelante, quitarnos aquel velo de maya que no nos deja ver una realidad incómoda, quitarnos aquella voluntad ciega que nos hace borregos de una sociedad que tiende hacia su extinción, hacia la muerte de la muerte, hacia el suicidio general o planetario.
Entonces, la solución que propone el nuevo humanismo es realmente concebirnos como algo igual a la naturaleza, quererla como a nuestro prójimo, cuidarla como a un hijo, pues sin ella, nuestros hijos y nuestros nietos no tendrán donde vivir, ¿tendríamos tan poco corazón como para dejar a nuestra sangre sin vida? ¿Los mataríamos?

Jesus Camp

En clase, discutíamos acerca de que nosotros no podemos criticar algo que para los cristianos evangélicos esta totalmente bien, pues si, para ellos ver un reportaje acerca de nuestra religión también debe ser bastante impactante.
Me llamaron la atención algunos puntos; 1) ¿Qué no les enseñen en escuelas? ¿Qué les digan que no existe el calentamiento global?
La escuela significa el medio donde nosotros aprendemos a socializar con las personas, a conocer el mundo, estos chicos viven encerrados en su burbuja, en su familia, y como veíamos en la película, ni mojarse les permiten, todo es muy rígido. Ellos basan su fe en Jesús, y él nos dio la libertad de elección, pero ¿estos pobres niños eligen? ¿De verdad tienen la capacidad de discernimiento? Como dije en clase ¿será que lograran tolerantes acerca de otras religiones? ¿Qué pasaría si se les deja convivir tan solo un día con algún niño de otra religión, sea ortodoxo, budista, etc.?
También causa impresión la maravillosa estrategia política, porque después de todo esta religión esta politizada, por tanta propaganda, etc. Los niños están siendo utilizados como unos simples medios de comunicación, y peor aún, aunque suene desagradable, ni se les paga por tal servicio.
No puedo decir que tengo la verdad, ni que todo lo yo haga esta bien, esta bien en cuanto me han enseñado, en mi casa, en mi colegio, en mi religión. Ellos también hacen el bien de acuerdo con sus paradigmas. Los budistas ortodoxos, etc., pues también hacen “su bien”.
He conocido personas evangélicas, pero realmente he entablado conversaciones muy chéveres acerca de sus creencias, se me hizo raro ver el video, pues aquella comunidad a la que yo asistí es muy abierta, la gente es muy chévere, obviamente van a colegios específicos, tienen su Biblia diferente, etc. Después de todo somos hijos del mismo padre, y no vale la pena estar peleando por quien tiene la verdad, si la verdad es ÉL.