La religión a través de los años ha perdido su sentido. Jesús vino al mundo a enseñarnos, con obras, el amor de Dios. La Iglesia a hecho que la religión pierda el valor de piedra de Dios, de espíritu de caridad, solidaridad y bondad.
Aprendí en mi casa y con el paso de mis años, que la religión se basaba en ir a misa, leer la Biblia, practicar los sacramentos. Pero todo era tan tradicionalista que me llamaba la atención ver que las personas acudieron a mi primera comunión como un simple ritual, una simple convocatoria donde podían comer “de a gratis”. La religión se ha convertido en una simple tradicional o ritual.
Tras este contexto me pregunto, ¿Siento de verdad las cosas que hago? O por el contrario, ¿es simple costumbre?
Cosas como santiguarme, cogerle la mano al que esta a mi derecha en el padre nuestro, alzar la mano cuando el padre dará la bendición final, son cosas que perdieron el valor para mi, porque simplemente los hacía sin ganas. Es aquí que entendí que la religión no es ir a misa, ni ser un devoto. La religión es practicar la ley de Dios, en mi casa, con mis amigos, y hasta con mis enemigos. Es darse cuenta que el mundo a preferido lo fácil, porque si, es fácil santiguarse o darse la paz, pero ¿es fácil acercarte a tu enemigo y decirle de verdad, hermano? Este es el verdadero significado de la vida, el amar. El entregarse a los demás, sin gritar al mundo que hago obras de amor. El sentir el fuego de Dios que alimenta nuestras almas para donarnos y llegar al punto de HACERNOS UNO con cristo y el prójimo.
Obviamente no es fácil vivir de esta manera, pero por esto la considero como una gimnasia, un vivir cada día intentando, aprendiendo a querer por sobre mi, a olvidarme de mi, a dejar todo lo que es mío y me gusta por una simple sonrisa de otra persona. Y es aquí cuando uso una referencia universal, la regla de Oro. Presente en todas las religiones del mundo y hasta en aquellos que se dicen ateos. “NO hagas al otro lo que no quieres que te hagan” o por el contrario “Has al otro lo que quisieras que te hagan a ti”. Este es un texto importantísimo para mi vida, porque es mi ejercicio diario, el hecho de no molestar a un amigo, de ayudar en lo que se pueda, y sobre todo borrar el peor sentimiento, para mi modo de ver, de los seres humanos, el EGOÍSMO.
Es aquí cuando se presenta este gran reto, vivir por amor, y morir por amor. Llegar a ser un Jesús y ver en cada persona que nos crucemos por el camino a un Jesús abandonado. Y aplicar el mandamiento de dios, amar a todos como Él nos amo, sabiendo que amando es que se gana el reino de los cielos, siendo ricos de espíritu y pobres en orgullo y avaricia, aprendiendo que vinimos ha hacer historia y a no dejar pasar los días sino ser nosotros los realizadores de éstos. Dejar de lado la mediocridad y el pasivismo, saber que somos procreadores con Dios, y nuestra misión en la tierra es dejar la misma huella que Jesús dejó en nuestros corazones y que ha trascendido a través de ya 2007 años, siendo, según Kant, nuestro mejor ejemplo y referencia de imperativo categórico.
En fin, la conclusión para mi es vivir por amor, entregarme viviendo Jesús en medio, es decir, que donde dos o más estén reunidos en su nombre, estaremos compartiendo con él nuestras vivencias, dolores y alegrías. Seamos partícipes de la creación y amemos sin fin, y estaremos viviendo la mejor religión, la que más vale. Tampoco podemos despreciar a la religión de la Iglesia, pues también es un pilar fundamental, vivamos éstos preceptos, porque la verdadera religión no es la tradicionalista sino la que en nuestro diario vivir practicamos.
lunes, 26 de marzo de 2007
domingo, 18 de marzo de 2007
Palabra de vida - marzo 2007 –
El dolor, amado, fructifica“Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares” (Sal 126 (125), 5)Esta Palabra de vida está tomada de un Salmo que canta la intervención decisiva y poderosa de Dios que libera a su pueblo del exilio de Babilonia y que sigue interviniendo a lo largo de su historia, cada vez que lo ve abatido, desanimado, acechado por el mal.Es la historia de cada uno de nosotros, condensada en una imagen eficaz: por una parte la incertidumbre, el miedo del sembrador que confía a la tierra la semilla (¿será buena la temporada? ¿germinará el trigo?), por otra, la alegría de la cosecha de la mies ansiada.“Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares”Cuando pensamos en nuestra vida, a menudo nos la imaginamos toda armoniosa, como “una serie de jornadas que nos proponemos a cual más perfecta, con el trabajo bien hecho, con el estudio, con el descanso, con las horas pasadas con la familia, con las reuniones, congresos, el deporte, con los tiempos de entretenimiento realizados en orden y en paz (…) Siempre en el corazón humano existe la esperanza de que las cosas vayan así y sólo así.En realidad, nuestro “Santo viaje” luego, se muestra diferente, porque Dios lo quiere diferente. Y Él mismo piensa en introducir en nuestro programa otros elementos queridos o permitidos por Él, para que nuestra existencia adquiera el verdadero sentido y alcance el fin para el que fue creada. De ahí los dolores físicos y espirituales, las enfermedades, de ahí miles y miles de sufrimientos que hablan más de muerte que de vida.¿Por qué? ¿Acaso porque Dios quiere la muerte? No, más bien al contrario, Dios ama la vida, pero una vida tan plena, tan fecunda que nosotros- con toda nuestra tensión al bien, a lo positivo, a la paz- no habríamos sabido imaginarnos nunca”(1) .Y aquí tenemos la imagen del sembrador que arroja una semilla destinada a morir, casi como señal de nuestras fatigas y de nuestro sufrimiento y la imagen del segador que recoge el fruto de la espiga que brota de esa muerte: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto”(2) .“Dios quiere que durante la vida experimentemos una cierta muerte- o a veces, muchos tipos de muerte- pero (…) para dar fruto, para hacer obras dignas de Él y no de nosotros, simples hombres. Éste es para Él el sentido de nuestra vida: una vida rica, plena, superabundante, una vida que sea un reflejo de la suya”(3). “Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares”¿Cómo vivir esta Palabra de vida? Nos lo sugiere también Chiara que nos guía en el cumplimiento de la Palabra de Dios: “Es necesario valorizar el dolor, pequeño o grande, tomarlo en consideración (…) Dar valor en particular al cansancio, al sacrificio que conlleva amar al prójimo: es nuestro deber típico”(4) ¡Es un dolor que engendra la vida!Y esto sin rendirnos jamás incluso cuando no vemos el resultado, sabiendo que a veces “uno siembra y otro cosecha”(5) ¿Cuál será el futuro de nuestros hijos a los que tratamos de educar lo mejor posible?¿Quién verá los efectos de mi compromiso social y político? No nos cansemos nunca de hacer el bien(6), habrá frutos de todas maneras, quizás mucho más tarde, quizás en otra parte, pero los habrá.Una esperanza, una certidumbre, una meta segura está delante de nosotros en el camino de la vida. Las dificultades, las pruebas, las adversidades, por las que a veces nos sentimos oprimidos, son un paso obligado que nos abre a la bienaventuranza y a la alegría.“Y entonces ¡adelante! Miremos más allá de cada dolor. No nos paremos solamente en esa inquietud, en esa prueba…miremos a la mies que vendrá”(7).“Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares” Patricia, de 22 años, estudiante de derecho, desde hacía algún tiempo sustituía al ayudante de un director de departamento. “Desde el principio- nos confía- me propuse tratar siempre de hacer mejor el trabajo y cuidar la relación con mis compañeros, actuando de tal manera que cada uno se sintiera apreciado”.Pero a menudo se trataba de ir a contracorriente en la defensa de mis principios hasta las últimas consecuencias, como ella misma contaba: “Una persona importante en mi ambiente de trabajo, que gozaba de ciertos privilegios, tenía un comportamiento claramente deshonesto. Debía decírselo”.Por haber manifestado sus convicciones, Patricia perdió su trabajo. “Sufrí terriblemente, pero al mismo tiempo estaba tranquila, porque sabía que había actuado de un modo justo”. No se desesperó ya que en ella era firme la certeza de tener un Padre para el que todo es posible y que la amaba desmesuradamente. Parecía imposible en la situación económica y laboral que vive Paraguay, sin embargo, aquella misma noche le llegaron dos ofertas de trabajo. El nuevo es además mejor que el anterior y más directamente relacionado con sus estudios.
A cargo de Fabio Ciardi y Gabriella Fallacara 1) Buscando las cosas de arriba, Ciudad Nueva, Madrid 1993, p.86.2) Jn 12, 24.3) Obra.citada p. 86.4) Ibid. P. 105.5) Jn 4, 37.6) Cf. Gál 6, 9.7) Obra.citada p. 85.
A cargo de Fabio Ciardi y Gabriella Fallacara 1) Buscando las cosas de arriba, Ciudad Nueva, Madrid 1993, p.86.2) Jn 12, 24.3) Obra.citada p. 86.4) Ibid. P. 105.5) Jn 4, 37.6) Cf. Gál 6, 9.7) Obra.citada p. 85.
sábado, 3 de marzo de 2007
PROMETEO, SÍMBOLO DEL ROMANTICISMO
ROMANTICISMO
El Romanticismo fue una reacción contra el espíritu racional e hipercrítico de la Ilustración y el Neoclasicismo, y favorecía, ante todo,
Es propio de este movimiento:
Un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son con frecuencia prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad.
Prometeo permanece indisolublemente ligado a la humanidad, al haber recibido de él sus conocimientos y técnicas. Fue el trágico Esquilo el primero que presentó la figura de Prometeo como la encarnación de la libertad humana enfrentada con orgullo... al destino. Prometeo significa todas las tendencias que nos empujan a saber, porque no es lo mismo entender que saber; saber, es saber hacer. Y nos empuja a Saber tanto como nuestros padres, más que nuestros padres, tanto como nuestros maestros, más que nuestros maestros; nuestras líneas vitales… No estamos sujetos a ningún límite, determinamos por nosotros mismos, aun con la propia naturaleza y conocimiento, según nuestra libre y universal voluntad...
Prometeo, en fin, es esa divinidad que, de una manera u otra, ha tenido por extraña misión la de proteger a los mortales. Ya desde Esquilo, que dio al protagonista de su tragedia Prometeo encadenado toda la fuerza trágica que desde entonces le iba a acompañar, el Titán se estableció como el símbolo de la insumisión, de la autoafirmación del individuo ante un poder despótico y tiránico: en el símbolo del homme revolté, según la expresión de Albert Camus. Ese espíritu rebelde, exacerbado por el no menos rebelde espíritu del romanticismo, por las odas de Goethe o de Byron, ha permanecido perenne hasta nuestros días, hasta dar nombre, a través del psicoanálisis, a un complejo, el complejo de Prometeo, presente en aquellos individuos disconformes, convencidos de sus principios. Pero no es sólo eso: Prometeo es también el símbolo de aquello que de divino llevamos en nuestro interior. Nada mejor para expresar la fuerza simbólica que porta el Titán que las palabras con que Byron se refiere a él en la tercera estrofa de su Oda a Prometeo, de julio 1816:
Tu crimen divino fue ser bondadoso,
el hacer con tus preceptos menor
la suma de las desventuras humanas,
y el fortalecer al hombre con su propia mente.
El Romanticismo fue una reacción contra el espíritu racional e hipercrítico de la Ilustración y el Neoclasicismo, y favorecía, ante todo,
Es propio de este movimiento:
Un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son con frecuencia prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad.
Prometeo permanece indisolublemente ligado a la humanidad, al haber recibido de él sus conocimientos y técnicas. Fue el trágico Esquilo el primero que presentó la figura de Prometeo como la encarnación de la libertad humana enfrentada con orgullo... al destino. Prometeo significa todas las tendencias que nos empujan a saber, porque no es lo mismo entender que saber; saber, es saber hacer. Y nos empuja a Saber tanto como nuestros padres, más que nuestros padres, tanto como nuestros maestros, más que nuestros maestros; nuestras líneas vitales… No estamos sujetos a ningún límite, determinamos por nosotros mismos, aun con la propia naturaleza y conocimiento, según nuestra libre y universal voluntad...
Prometeo, en fin, es esa divinidad que, de una manera u otra, ha tenido por extraña misión la de proteger a los mortales. Ya desde Esquilo, que dio al protagonista de su tragedia Prometeo encadenado toda la fuerza trágica que desde entonces le iba a acompañar, el Titán se estableció como el símbolo de la insumisión, de la autoafirmación del individuo ante un poder despótico y tiránico: en el símbolo del homme revolté, según la expresión de Albert Camus. Ese espíritu rebelde, exacerbado por el no menos rebelde espíritu del romanticismo, por las odas de Goethe o de Byron, ha permanecido perenne hasta nuestros días, hasta dar nombre, a través del psicoanálisis, a un complejo, el complejo de Prometeo, presente en aquellos individuos disconformes, convencidos de sus principios. Pero no es sólo eso: Prometeo es también el símbolo de aquello que de divino llevamos en nuestro interior. Nada mejor para expresar la fuerza simbólica que porta el Titán que las palabras con que Byron se refiere a él en la tercera estrofa de su Oda a Prometeo, de julio 1816:
Tu crimen divino fue ser bondadoso,
el hacer con tus preceptos menor
la suma de las desventuras humanas,
y el fortalecer al hombre con su propia mente.
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