domingo, 18 de marzo de 2007

Palabra de vida - marzo 2007 –

El dolor, amado, fructifica“Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares” (Sal 126 (125), 5)Esta Palabra de vida está tomada de un Salmo que canta la intervención decisiva y poderosa de Dios que libera a su pueblo del exilio de Babilonia y que sigue interviniendo a lo largo de su historia, cada vez que lo ve abatido, desanimado, acechado por el mal.Es la historia de cada uno de nosotros, condensada en una imagen eficaz: por una parte la incertidumbre, el miedo del sembrador que confía a la tierra la semilla (¿será buena la temporada? ¿germinará el trigo?), por otra, la alegría de la cosecha de la mies ansiada.“Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares”Cuando pensamos en nuestra vida, a menudo nos la imaginamos toda armoniosa, como “una serie de jornadas que nos proponemos a cual más perfecta, con el trabajo bien hecho, con el estudio, con el descanso, con las horas pasadas con la familia, con las reuniones, congresos, el deporte, con los tiempos de entretenimiento realizados en orden y en paz (…) Siempre en el corazón humano existe la esperanza de que las cosas vayan así y sólo así.En realidad, nuestro “Santo viaje” luego, se muestra diferente, porque Dios lo quiere diferente. Y Él mismo piensa en introducir en nuestro programa otros elementos queridos o permitidos por Él, para que nuestra existencia adquiera el verdadero sentido y alcance el fin para el que fue creada. De ahí los dolores físicos y espirituales, las enfermedades, de ahí miles y miles de sufrimientos que hablan más de muerte que de vida.¿Por qué? ¿Acaso porque Dios quiere la muerte? No, más bien al contrario, Dios ama la vida, pero una vida tan plena, tan fecunda que nosotros- con toda nuestra tensión al bien, a lo positivo, a la paz- no habríamos sabido imaginarnos nunca”(1) .Y aquí tenemos la imagen del sembrador que arroja una semilla destinada a morir, casi como señal de nuestras fatigas y de nuestro sufrimiento y la imagen del segador que recoge el fruto de la espiga que brota de esa muerte: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto”(2) .“Dios quiere que durante la vida experimentemos una cierta muerte- o a veces, muchos tipos de muerte- pero (…) para dar fruto, para hacer obras dignas de Él y no de nosotros, simples hombres. Éste es para Él el sentido de nuestra vida: una vida rica, plena, superabundante, una vida que sea un reflejo de la suya”(3). “Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares”¿Cómo vivir esta Palabra de vida? Nos lo sugiere también Chiara que nos guía en el cumplimiento de la Palabra de Dios: “Es necesario valorizar el dolor, pequeño o grande, tomarlo en consideración (…) Dar valor en particular al cansancio, al sacrificio que conlleva amar al prójimo: es nuestro deber típico”(4) ¡Es un dolor que engendra la vida!Y esto sin rendirnos jamás incluso cuando no vemos el resultado, sabiendo que a veces “uno siembra y otro cosecha”(5) ¿Cuál será el futuro de nuestros hijos a los que tratamos de educar lo mejor posible?¿Quién verá los efectos de mi compromiso social y político? No nos cansemos nunca de hacer el bien(6), habrá frutos de todas maneras, quizás mucho más tarde, quizás en otra parte, pero los habrá.Una esperanza, una certidumbre, una meta segura está delante de nosotros en el camino de la vida. Las dificultades, las pruebas, las adversidades, por las que a veces nos sentimos oprimidos, son un paso obligado que nos abre a la bienaventuranza y a la alegría.“Y entonces ¡adelante! Miremos más allá de cada dolor. No nos paremos solamente en esa inquietud, en esa prueba…miremos a la mies que vendrá”(7).“Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares” Patricia, de 22 años, estudiante de derecho, desde hacía algún tiempo sustituía al ayudante de un director de departamento. “Desde el principio- nos confía- me propuse tratar siempre de hacer mejor el trabajo y cuidar la relación con mis compañeros, actuando de tal manera que cada uno se sintiera apreciado”.Pero a menudo se trataba de ir a contracorriente en la defensa de mis principios hasta las últimas consecuencias, como ella misma contaba: “Una persona importante en mi ambiente de trabajo, que gozaba de ciertos privilegios, tenía un comportamiento claramente deshonesto. Debía decírselo”.Por haber manifestado sus convicciones, Patricia perdió su trabajo. “Sufrí terriblemente, pero al mismo tiempo estaba tranquila, porque sabía que había actuado de un modo justo”. No se desesperó ya que en ella era firme la certeza de tener un Padre para el que todo es posible y que la amaba desmesuradamente. Parecía imposible en la situación económica y laboral que vive Paraguay, sin embargo, aquella misma noche le llegaron dos ofertas de trabajo. El nuevo es además mejor que el anterior y más directamente relacionado con sus estudios.

A cargo de Fabio Ciardi y Gabriella Fallacara 1) Buscando las cosas de arriba, Ciudad Nueva, Madrid 1993, p.86.2) Jn 12, 24.3) Obra.citada p. 86.4) Ibid. P. 105.5) Jn 4, 37.6) Cf. Gál 6, 9.7) Obra.citada p. 85.

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